martes, 25 de junio de 2013

Cueva de L'Albir, Serra Gelada



Hace ya la friolera de 22 años recuerdo mis primeras incursiones en este mundillo, que causaron en mi una gran impresión, que me cautivó e hizo que descubriera cosas que nunca me había ni planteado.

Recuerdo perfectamente la primera actividad, tan especial, como penosa. Una ascensión al Peñalara en invernal con unas infames botas de caña alta de cuero brillante, tan incomodas como inapropiadas, a partes iguales.
Y es que con 18 añitos, me encontraba en un pésimo estado de forma, con muchos kilos y muy poca fuerza física. Lo que si tenía es fuerza mental y determinación.
La segunda salida la realicé a Patones para probar eso de la escalada deportiva, que estaba empezando a asomar la cabeza de una forma más notoria por aquellos tiempos...
El resultado no fue mucho más alentador que en Peñalara.
Mis frágiles manos apenas podían arrastrar a una morsa informe de 80kl en los IVº, los Vº me hacían penar... el 6a me parecía algo inalcanzable...

Estaba claro que mi camino iba a ser largo y tortuoso.

Así que mi tercera actividad fue probar que era eso de meterse por un agujero y descubrir un cueva, espeleologia se llamaba, aunque tardamos bastante en atrevernos a llamar de esa forma a nuestras alocadas y descontroladas incursiones en la cueva del Reguerillo, que por aquellos tiempos estaba viva, limpia y bastante virgen. Era el lugar donde todos los principiantes debíamos comenzar.

Aunque también lo acusé físicamente, me dí cuenta que era donde más a gusto me había encontrado, de las tres cosas que había probado.

Estas experiencias me hicieron replantearme muchas cosas, o mejor dicho mi vida en general, mis espectativas, mis planes...pensé que se me había dado una llave con la que abrir una puerta y sentí que podía tirar la llave por que estaba seguro de que no querría volver a cerrarla.

Al final, con el tiempo he sabido que no me equivoqué en absoluto...

Supongo que podría haber pensado que esto no era lo mio y haber desistido...pero lo que en realidad me sucedió es que, en la impotencia, vi el reto, vi la misión, vi el camino; sentí que este mundillo era lo que precisamente necesitaba para salir del barrio, del banco de parque, de las litronas, y de las malas influencias que abundaban por todas partes.


Rapidamente empecé a comprar lo más básico, y sobre todo el carburero, un metro de goma, un trozo de tubo fino de aluminio y un cliclé. Había que tener buena luz lo primero. Funcionaba a las mil maravillas aunque era de montaje casero...luego llegaron los Petzl Ecrin con piezoelectrico, eso era el Rolls Roice para las cuevas.

Me tiré casi un año yendo al reguerillo hasta que lo conocía casi al dedillo y alternando con algunas salidas a los bosques de Mormejar en Guadalajara para iniciarnos en la espeleo vertical.
Que gracia me hace ahora ese primer  arnés Peztl Fraccio, que era lo más de la época, ahora me lo pongo y no me imagino como podía soportar tantas horas con él puesto de pozo en pozo y de fraccionamiento en fraccionamiento. 

Tras dos años metido bajo tierra empecé a notarme cambios significativos en mis capacidades físicas y mentales y pude empezar a moverme en los quintos de primero e incluso algún 6a.

La cosa pintaba bien y algunas salidas invernales por la sierra Guadarrama me hicieron ir ganando confianza y dándome la certeza que estaba por el camino adecuado.

Pero la espeleo me absorbió casi totalmente mis primeros 6 años de actividades, llegando a convertirse en una especialidad.
Llegamos ha hacer grandes actividades, comunicaciones importantes, estancias de varios días y profundidades respetables de hasta 700m.
Fueron unos años irrepetibles, llenos de frescura, de juventud, de ímpetu, de descubrimientos, de pasión, que consiguieron empezar a modelar un cuerpo y un espiritu, que había creído inservibles pocos años atrás.
Pero ya se sabe que todo son ciclos, todo empieza y acaba y por supuesto en este caso también. La espeleo es un deporte muy exijente y comprometido, que requiere de la buena unión y compenetración de un grupo, bastante más si cabe que en montaña y escalada...y por culpa del devenir de la vida y las personas, ese grupo se fue diluyendo y el ciclo se fue agotando.
Pero dejo una gran cantidad de experiencias y conocimientos y sobre todo una semilla, un germen, una puerta abierta a todo un universo de posibilidades.

Después del bajón, lógico, cíclico y necesario, la escalada y montaña tenían por hecho y por derecho que pasar a rellenar ese espacio y eran las asignaturas pendientes, que ahora si, había llegado el momento de indagar más seriamente... pero eso serán temas para otras entradas.

Ahora quiero hablar de una humilde actividad bajo tierra, que de la manera más inesperada y sorpresiva se nos brindó hacer hace poco, y donde rejuvenecí muchos años recordando todo el mundo de sensaciones, olores, visiones que tenía aletargados, pues hacía por los menos 15 años que no entraba en una cueva.

Por desgracia en aquella época no había fotografía digital, cámaras todo terreno sumergibles y casi irrompibles, ni soportes tecnológicos para dejar constancia, como hay en la actualidad. Lo que si  conservo es alrededor de un centenar de fotografías en papel, como autenticas joyas.

Se tardaba a veces horas en conseguir una foto perfectamente nítida, encuadrada y enfocada. La iluminación, a base de repartir a varias personas con células foto sensibles, era todo un arte.
Recuerdo la emoción cuando revelábamos los carretes. Era todo un triunfo conseguir una media de 5 fotos buenas en un carrete de 36.
Recuerdo la caja "pseudo estanca" de hierro, que alguno robó en su paso por la desaparecida "mili", donde llevábamos todo el equipo, y que ninguno queríamos cargar a nuestras espaldas, porque te dejaba baldado.

No tuve toda la disciplina y regularidad, que ahora me gustaría, para llevar un completo diario de actividades donde relatar y escribir todas aquellas aventuras subterraneas. Algunas si, pero pocas. 

Eso es algo que llegó después, con la escalada y la montaña.

Recuerdo muchas de las "simitas" donde todo madrileño debía aprender, y aun hoy en día, es recomendable visitar para iniciación, en los bosques de Mormejar, en la localidad de Villanueva de Alcoron, Guadalajara. Las Juanas Herranz, las CJ....

Y por supuesto recuerdo algunas míticas cuevas como La torca de Caballos-Valle, Coventosa, Covamur, El Karlista, El Soplao, Hundidero Gato, Torca de Juanin, Cueva Fresca, Sumidero de Matasnos, Pozalagua...

Ramales de la Victoria, era el centro neurálgico de la espeleo, cuando aún no existían vías, ni escuelas de escalada deportiva por la zona, solo había agujeros.
Los mágicos valles de Ason, Karranza...
Aldeas preciosas y aldeanos que nos acojian con asombro y desconcierto, pero siempre con amabilidad, gentes humildes y nobles que nos abrían sus casas y sus vidas. Matienzo, Arredondo, Asón, Ogarrio, Aja... y las fiestas de Ampuero, famosas en muchos kilometros a la redonda.

Son cosas que no se pueden olvidar. Esa frescura de juventud que te impulsaba ha ir todos los fines de semana con coches y carreteras de mierda, nótese que la autovía solo llegaba hasta San Agustin de Guadalix, y era noticia cuando tenías algún tramo para vehiculos lentos en las cuestas. Así llegar a Burgos ya era una aventura, y solo era poco más de la mitad del viaje.
Esa frescura que te permitia no darle importancia al hecho tirarte todo un fin de semana buscando el agujero en cuestión, y encontrarlo el domingo (pues no existian los GPS) y tenerte que volver a Madrid, con un solo pensamiento, regresar el finde siguiente para meterte en el agujero el sábado temprano por la mañana y no salir hasta el domingo lo más tarde posible para volver al foro.

Y no digamos de los equipamientos, en muchas ocasiones inexistentes, o tan deteriorados que debías meter tus spit para poder bajar. O buscar los que había, limpiarlos y meter tus chapas recuperables.
El material era proporcionalmente mucho más caro que ahora.
Esas cuerdas con flores, por las que apenas corria el "ocho rápido", ya que si lo ponías en "lento", ni te movías del sitio. Si si, simas con ocho, algo que ahora me pone los pelos de punta pensar.

Cuando llegó el "descensor stop" y nos lo pillamos, te creías el rey del mambo. Cuando pudimos comprar nuestra primera cuerda estática de 100m y poder hacer el rapel volado de 95m de la sima del Karlista fue una emoción indescriptible.

Antes, las cosas se apreciaban mucho más que ahora. Todo era más complicado.

En una minúscula costilla karstica en una zona plagada de hoteles y urbanizaciones de una provincia muy poco valorada en su justa medida, el destino nos quiso sorprender con un regalo inesperado.

Y es que en un paraje tan inesperado como la Sierra Helada, situado entre Benidorm y Villajoyosa, se encuentra este parque natural, tan pequeño como especial y casi milagroso que se mantenga respetado.
















































El caso es que lo disfrutamos como niños, gracias a Marta, una guia de barrancos y espeleo afincada en Alquezar y que por azar del destino hemos conocido este invierno en Alicante, y nos hemos hecho buenos amigos. Berta lo disfrutó muchisimo por ser su primera agujero y comprobar insitu tantas sensaciones que yo llevaba muchos años contandole y que por unas razones u otras nunca habíamos llegado a hacer una cueva... y yo por revivir tiempos pasados y rejuvenecer 20 años...














3 comentarios:

  1. Muy guapo el sitio.
    Pues no te imagino yo en el banco de un parque con una litrona.

    Carlitos Brown

    ResponderEliminar
  2. jejeje demostrado que la puerta se abrió y no la cerraras jeje yo entrado en esa cueva varias veces pues tiene mucho que ver no logro encontrar la siguiente sala que es la de las figuras de arcilla.me podrias indicar la siguiente gatera?se que es ala izquierda na mas caes en la sala de las estalactita pero tras oras descensos y ascensos nada de nada no la encuentro un saludo muy grande mi tlf 637730686 xfavor un whasaap si lo sabes jajajaj

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. siento no poder ayudarte mucho ya que solo he entrado una vez y fue hace dos años...creo recordar que era una gatera estrecha y sinuosa que bajaba a un pequeño meando. Un poco más delante creo sale otra gatera a la izquierda a media altura que en pocos metros no lleva la sala...mucha suerte

      Eliminar

En breve aparecerá tu comentario, tan pronto lo apruebe el administrador.
Gracias por participar y comentar.

Escalada, crónica de una muerte anunciada.

  Difícilmente podía imaginar hace más de tres décadas, cuando descubrí la escalada, que algún día estuviera en peligro. Cuando hablo de esc...