sábado, 3 de noviembre de 2012

Bajo la superficie



Las apariencias en engañan...
cuantas veces lo hemos oído, dicho alguna vez, aunque realmente luego nos dejamos engañar.
Sabemos las cosas, aunque luego no las ponemos en practica. La sabiduría que no se pone en práctica no sirve de nada.
Preferimos creer que algo es lo que parece, y nos convencemos de ello, esperamos que sea, lo que nosotros proyectamos y después nos sorprendemos y enfadamos cuando nos damos que cuenta de que estábamos equivocados. Cuando nos damos cuenta de que tenía razón nuestro instinto, y por enésima vez no le escuchamos.

Para los que nos manejan, la estrategia es clara, están logrando que la mayoría de personas tengan olvidado, perdido, esta fascinante faceta del cerebro.
Mucho esfuerzo invierten en denostar y ridiculizar este aspecto de la existencia.
Las sociedades están basadas en la apariencia y les va bien, para tenernos ocupados con cosas banales, para que no tengamos tiempo de ocuparnos de las cosas importantes.

Han logrado algo impensable si nos paramos a analizarlo.
Han logrado que nos creamos que las cosas superficiales son lo imprescindible y que prácticamente olvidemos lo esencial, difuminado, perdido en el olvido y la credibilidad colectiva.

Lo más grave de esto es que nos ocurre igualmente tratándose tanto de cosas, como de personas.
Juzgamos y prejuzgamos a nuestros semejantes constantemente, nos equivocamos casi siempre, pero seguimos haciéndolo.
No somos tan sabios como creemos.
Apariencia, viene de parecido... y algo parecido, no es como lo autentico, solo se parece.

Resulta que a consecuencia de los recientes tsunamis, producidos por terremotos en el océano, han sacado a la superficie especies de los fondos marinos que nos eran totalmente desconocidas. No conocemos apenas un pequeño porcentaje y nos creemos conocerlo todo...

Resulta también, que la inmensa mayoría de los animales muertos por catástrofes naturales que perecen son animales domésticos. Que curioso, verdad. Parece que se explica porque los animales salvajes o no domesticados, ya sean marinos o terrestres, tienen un sentido, unos medios, unas capacidades de presentir, detectar, el inminente desastre, mediante los cuales se ponen a salvo antes de ser sorprendidos.
Osea, que los animales domésticos han olvidado estos instintos.
Domesticados por un ser superior, por supuesto, que también ha sido domesticado, en nuestro caso por individuos de nuestra misma especie.

Nosotros también somos animales y tenemos esas cualidades, pero parece que las hemos dejado de usar.
Nos han domesticado y por ende, domesticamos todo lo domesticable.
Como "especie superior", nos creemos dueños de todo, lo vivo y lo material, y nos dedicamos a domesticar la naturaleza.
Claro, hasta cierto punto, porque cada día nos damos de bruces constatando que la naturaleza es indomesticable.

Quizá por esto, sea una de las razones principales, por la que sentimos esta pasión por los deportes en la naturaleza, con más o menos implicación de riesgo para la integridad física, porque nos hacen tener que recurrir inconscientemente a cualidades como el instinto y la limpieza de prejuicios porque nos ponen fuera de la zona de control, nos sacan de la comodidad física y la domesticación emocional que arrastramos en la vida cotidiana.
Nos sacan de la mente y nos ponen en el presente.
La mente es la apariencia... el momento presente es lo real.

Agradecido y en eterna deuda por tener la posibilidad de practicar, vivir y amar la escalada.
...aunque más allá...
...en la medida en la que poco a poco, muy lentamente a lo largo de los años vas siendo capaz de extrapolar, de recuperar estos sentimientos ancestrales, a momentos de la vida cotidiana, más gratitud siento.

La escalada es mas que un fin en si mismo; tomándola como un fin, merma su potencial.
Si la tomamos como un medio, y no la limitamos, se abren muchas puertas, para poder trasladar todos sus valores al día a día.
Ahí reside su autentico valor añadido.









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